AMANDA, Una mujer como cualquier otra (Tercera parte)

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Tic, tac, tic, tac. El reloj de la sala de estar acaba de dar las cinco de la mañana con su inconfundible soniquete de imitación sintética del Big Ben.

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La maleta hecha la noche anterior descansa a los pies de la cama, ha sido una noche de dormir poco. Poco más tarde suena el despertador aunque no ha sido necesario, ya estaba despierta.

Con los ojos llenos de legañas comienza el ritual de lavarse la cara y… ¿y la pastilla de jabón?, ¿Dónde está la pastilla de jabón?. Pero si está en la cocina, la puse allí anoche cuando estuve recogiendo cosas del cuarto de baño para meterlas en la maleta.

Solucionado el misterio continúo el ritual de maquillarme y prepararme el desayuno. Oigo trastear por la cocina a Eva, mi hermana, ya que me acompañará a Barcelona en este viaje.

Durante el desayuno recorro con la vista la sala de estar, el reloj, fotografías de todos los caballos que hemos tenido en la familia, mi hermana sobre una yegua en actitud rampante, yo con el brazo en cabestrillo al lado del “chiquet”, un caballo serranillo y mañoso que casi me mata al arrojarme sobre unas rocas y que cuando estaba en casa acostumbraba a comerse los rosales.

En el marco de fotos electrónico de la pared se ve una fotografía de un grupo de gaiteros a las puertas de la cofradía de pescadores de Cudillero, se trataba de un homenaje que nos hicieron en 2.008 por un proyecto de investigación en los que participamos varias empresas.

Finalizado el desayuno me despido de toda esa cotidianeidad.

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– Eva nos vamos.

– ¿Ya?

– Si ya

Marchamos en coche hasta El Escorial, de allí en tren hasta Atocha de allí a Barcelona.

Esta al ser una ocasión especial saqué billetes en primera clase, no era cuestión de ponerme tacaña, me darían de comer en el tren y me dispuse a disfrutar del viaje.

En realidad estaba muerta de miedo, así que intenté distraerme como buenamente pude.

¡Rinngggggg! – Vaya, me suena el teléfono, precisamente ahora.

  • Hola Amanda, soy Mar de la clínica, ¿llevas el impreso de ingreso de pacientes encima?

  • Si naturalmente

  • ¡Ah!, menos mal, creí que había olvidado enviártelo. Pues nada, era solo eso, nos vemos allí

  • Hasta luego Mar

Continuaremos viendo la película, total, tampoco me interesa mucho. En un rato nos darán de desayunar.

¡Rinnnnggggg – ¿Qué querrá Mar ahora?

  • Dime

  • ¿Amanda?, Soy Jessica, te acuerdas que publicaste que venías para Barcelona y que te pedí tu número. Me gustaría conocerte. ¿A que hora llegas?

  • Alrededor de la una de la tarde.

  • ¿Te importa esperarme en Sants?

  • Tranquila mujer, que yo te espero.

Me siento cansada, nerviosa, con miedo. Para mi la experiencia del quirófano es algo nuevo, pero puede mas mi optimismo, mi curiosidad y sobre todo…. Voy a cumplir un sueño

El AVE disminuye la velocidad, por megafonía anuncian nuestra llegada a Barcelona.

Me siento sorprendida, el viaje se ha hecho corto, muy corto.

Una multitud se agolpa en los pasillos, no pueden esperar a que pare el tren.

Aprovecho para dar una última cabezada, si me duermo mi hermana me despertará……

¡Un momento!, ¡Un momento! ¿Qué hacen todos ustedes aquí?, Esta es mi historia, me van a operar mañana.

  • Disculpe señorita, somos los figurantes del tren

  • ¿los figurantes del tren?, ¿Y que hacen en mi historia?

  • Los figurantes aparecemos en todas las historias señorita, somos esos personajes que estamos aquí y allá. Hacemos bulto. Hablamos pero no decimos, pasamos delante de todos pero nadie nos ve. Insuflamos vida a las historias que escribís los creadores de sueños. Si hacemos bien nuestro trabajo nadie se percata de que existimos. ¡Es tan injusto!

  • Discúlpeme, creo que no he sido amable con usted. ¿puedo hacerle una pregunta?

  • Desde luego señorita

  • ¿Por qué va vestido con gorra, bombachos y medias de lana?, ¿Por qué lleva una maleta de madera?

  • Eso es cosa suya señorita, claro, se duerme y pasa lo que pasa. Siga contando su historia señorita.

Perdón, creo que me dormí durante unos segundos, a veces un sueño cobra vida y se mete en tu historia, “c’est la vie”.

Bien, como decía, acabamos de llegar a Barcelona. La estación de Sants es una estación un poco extraña, como construida por etapas. Los trenes llegan por el subsuelo, como el metro y hay que subir para salir a la calle.

Ya en la calle llamo a Jessica.

  • Hola Jessi, ya estoy en Barcelona.

  • Hola Amanda, yo acabo de salir de casa, ve directamente a la clínica y nos vemos allí

Mi hermana y yo tomamos un taxi. El taxista, al parecer era un paisano de El Hoyo de Pinares, un pueblo cercano al mío.

  • ¿Y que haceis por Barcelona?

  • Pues venimos a pasar unos días

  • ¿Y de donde venís?

  • De las Navas del Marqués

  • ¿De Las Navas?, Pero si yo soy del Hoyo

  • Que pequeño es el mundo.

Durante el viaje hablamos de las cosas que siempre que un grupo de paisanos se encuentra fuera de su casa, del frio que hace por allí, que si se echan de menos los pinos, o lo que se echa de menos el tumulto, o lo que sea.

  • Clínica Diagonal, ¡Hemos llegado!

  • ¿Qué le debemos?

Ha decir la verdad no me acuerdo de lo que costó la carrera del taxi, tal vez porque no me llamó la atención el asunto.

El entrar en la clínica no pude sino fijar la vista en los sofás de diseño que había en el hall, si no fuera porque eran blanditos no se me hubiera ocurrido sentarme allí, aunque hubiera dado lo mismo, yo iba allí a operarme, no a sentarme en un sillón de diseño.

Tras entregar toda la documentación relativa a mi operación en atención al paciente me dispuse a esperar, me dijeron que podrían tardar algo. Eva salió a fumar.

Ya en la admisión de pacientes entregué toda la documentación, la placa, las analíticas indicando que estaba sana como una manzana, informe psiquiátrico, del endocrino, y todos los consentimientos informados firmados. Una carpeta voluminosa y pesada.

Estaba en una clínica, si, pero era un día de celebración.

– ¿A que hora será la intervención?

– Pues no lo sé, depende de las intervenciones que tenga el cirujano mañana, puede ser en cualquier momento de entre las ocho de la mañana y las cuatro de la tarde.

– De momento tenemos que esperar a que llegue el celador, puede tardar mas o menos una hora en venir a recogerla, puede pasearse por el centro mientras tanto pero no salga de el, queremos tenerla localizada. ¡Ah!, muy importante, a partir de ahora tiene rigurosamente prohibido comer.

No me parecía que fuera un sacrificio enorme el permanecer en ayunas en ese momento, con los nervios que llevaba encima no me entraría al cuerpo ni un cacahuete, bueno, eso era así hasta que….

¡Rinngggg!, ¡Rinngggg! El teléfono

– Hola Amanda soy Jessica, estoy en la puerta de la clínica

– Holaaa, que alegría, salgo a buscarte.

Era la primera vez que veía a Jessica en persona. La conocía por el Facebook pero era como si la conociera de toda la vida, habíamos intercambiado muchas experiencias a lo largo de los dos últimos años. Se quedó un rato en la puerta charlando con mi hermana mientras echaban un cigarrillo. Cuando entraron nos sentamos a charlar en los extraños sillones del hall cuando aparece un celador.

-¿Eres Amanda?

-Si, soy yo

-Vengo a subirla a su habitación

Mi hermana y Jessica nos acompañaron al ascensor, al salir de el me presentó a las enfermeras que cuidarían de mi durante mi estancia en aquel lugar cuando nos detuvimos ante la puerta de la que sería mi habitación con un número muy curioso rotulado con unos dígitos enormes, 321.

– ¿321? ¿lanzamiento?, parece una broma del destino.

– Muy bueno, claro Amanda, te pasaste los últimos meses bromeando en el Face que esto era como un lanzamiento de la NASA, con cuentas atrás, T-30, T-20, ¿que podías esperar? Ja, ja, ja, ja.

El celador nos mostró la habitación, enorme y luminosa, con un gran televisor.

-Este es el mando del televisor, con este otro mando puedes manejar el aire acondicionado. Aquí tienes el armario. Y la cama. Con este mando puedes regular la cama.

Comprobé la wifi con el móvil y aproveché para publicar algunas fotos de mi habitación por el facebook

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Por último el celador me enseñó la cama y como funcionaba el mando, me prestó la cantidad de maniobras que podía hacer con aquel mando tan lleno de botones, para arriba, para abajo, inclinar, no estaba mal, no estaba nada mal.

-Amanda, extienda el brazo.

Me colocó una pulsera con un número y mi nombre.

-Recuerde, ya no puede abandonar la planta.

Y marchó de la habitación. Conocía la pulsera, mi amiga Cristina me había enseñado fotografías de la suya, todo un trofeo por su significado, ella ya había pasado por todo esto un año antes

Amanda, mira por la ventana. Me dijo Jessica

– Es el Tibidabo, ¿a que es impresionante?. Por las noches está precioso con la iluminación. Tienes unas vistas impresionantes.

En aquel momento me moría de sed, así que propuse que nos fuéramos a comer, ¡oh no!, me habían prohibido dos cosas, una abandonar la planta y la otra comer.

Podemos preguntar a las enfermeras si me dejan bajar al menos a beber algo.

– Vamos

Una de las enfermeras me dijo que podía bajar, aunque me recordó que no podría comer.

– ¿Y puedo beber algo?

– Humm, no deberías, sólo un refresco, ¡eh!, solo uno y nada mas.

Bajamos mi hermana, Jessica y yo al restaurante de la clínica. Ellas se pidieron unos generosos platos de pasta.

– Esta bueno esto, que pinta. Dan bien de comer aquí. (comentó Jessica)

– Ya os vale, ya os vale, (fue mi comentario).

Miraba yo la comida con tristeza infinita.

Terminada la comida volvimos a la habitación a cotorrear un poco cuando……

¡Rinngggg!, Sonó el teléfono de la habitación, ¿quien podía ser?, nadie conocía el número todavía, me lo acababa de dar el celador

– Digaaaaaa

– Hola maja, ¿sabes quien soy?

Lo cierto es que estaba desconcertada

– Soy Cristina, ¡ya no te queda nada!

– Hola Cristina, me alegro de oirte, ¿que tal?, yo estoy con muchos nervios

– Normal

– Por cierto, ¿cómo sabes el teléfono de mi habitación?

– Porque soy adivina, bueno, porque soy adivina, porque ya he estado en la Diagonal y sobre todo porque has publicado el número de tu habitación en el face y a partir de ahí…..

– Jajaja

– ¿Te han dado ya la botellita del Demonio?

– No, que va, ¿que es eso?

– Un purgante para que te vacíes, cuando me lo dieron a mi no hacía mas que entrar al baño.

– No jorobes.

– Pues si, de la cama al baño y del baño a la cama toda la noche.

– A mi los laxantes me hacen poco efecto

– ¡Buh!, ya verás, ya, mañana me cuentas, ¿a que hora te toca?

– Todavía no se si es por la mañana o a medio día

Y así pasamos la tarde hasta que se hizo de noche, Jessica se despidió de nosotras. Algo mas tarde vinieron las enfermeras a comprobar que todo estaba en orden. Por último me pidieron que me desvistiera, me depilarían aquello que miré por última vez. Mañana ya no estaría allí.

Las enfermeras me entregaron la dichosa botellita del Diablo. El purgante.

– Tómatelo ya mismo, te hará ir al baño.

Aquel líquido era lo mas repugnante que había tomado en mi vida, aunque me comentaron que había gente a la que le gustaba, bueno, aquí he de decir que para gustos los colores.

Como ya dije, a mi los laxantes me hacen poco efecto y no me hizo nada. Dos horas mas tarde volvió la enfermera y…..

– ¿Has ido al baño?

– No

– Pues si no vas no podemos operarte, te vas a tomar otra botella

¡Virgen del amor hermoso!

La segunda botella no es que me hiciera mucho mas efecto que la primera, pero había que esforzarse, así que di lo mejor de mí en aquella tarea de vaciarme, pasado un buen rato volvió la enfermera.

– ¿Has hecho de vientre por fin?

– Si

Algo hice, algo hice, aunque preferí omitir el exiguo balance de resultados de tan dura tarea

– Son las doce de la noche ya, a partir de ahora prohibido probar el agua.

Ya no podría beber hasta finalizada la operación. Me pareció duro no poder comer, ¡pues aquello no era nada! creedme, no sabéis ni de lejos lo que es tener sed, sed de verdad.

Me recosté con la esperanza de conciliar el sueño, en vano. Supliqué si me podrían dar al menos un sorbo del líquido mas maravilloso del mundo, el agua. Consintieron en que me humedeciera la boca pero tendría que escupirla sin tragar, ¡que sacrilegio!

Al día siguiente…..

Ya algo mas hecha a la idea de pasar hambre y sed, aquella mañana me presentaron al equipo de cirujanos, para desolación mía no sería intervenida hasta la tarde, así que pasé la mañana viendo la televisión.

Me gustaba ver los documentales de “¿Cómo lo hacen?”. Unos documentales que igual enseñaban la actividad de las fábricas donde se fabricaban bombillas, neumáticos, clips o cualquier objeto cotidiano.

También me prestaban aquellos documentales donde enseñaban como se fabricaban grúas gigantes, trenes, aviones, petroleros. En esto me invadió el recuerdo de mi madre.

– Eres de lo que no hay hijo, un día te pones a ver a la Aisha esa de la televisión aprendiendo a maquillarte, que son programas que no vemos ni la mujeres.

– jajaja

– Otro día te pones a ver grúas y engranajes gordos y todavía dices que eres una mujer, no hay quien te entienda.

– A mi me gustan

Mi madre cogió mi mano

– Sabes qué, también quiero a Amanda, solo que no quiero perderos a ninguno de los dos.

– Mamá, yo soy la misma persona, pase lo que pase siempre seré yo.

– Me da miedo que Amanda mate a mi hijo, cada día le veo menos.

– No olvides que siempre soy yo, ¡que mas da!

– No, no es lo mismo. Bueno, yoooo, yooo, en realidad, bueno no me hagas caso, son cosas mías; tienes derecho a ser feliz, vuelve a consulta, opérate, búscate un buen hombre que cuide de ti cuando yo ya no esté aquí.

Habían pasado ya dos años desde que mi madre nos dejó, jamás llegó a vivir para ver este día, aunque tenía claro que que mi tránsito era inevitable. El día que falleció ni se enteró, simplemente se apagó poco a poco, sus últimas palabras para mí fueron:

“- Quiero volver a casa, ¿cuando crees que me dejarán ir?.”

El personal me invitó a abandonar la sala de cuidados intensivos, el vigilante de seguridad que me acompañó a la salida utilizó unos modos muy poco amables, sinceramente sus comentarios estuvieron fuera de lugar dadas las circunstancias.

– o O o –

La puerta de mi habitación se abrió de golpe, una enfermera me sacó de mi ensimismamiento. Era la una y media del medio día.

– Ha llegado el momento. Vamos a prepararte para la operación

Sobre la cama depositó un paquete precintado que contenía una bata, un gorro y unos patucos desechables de quirófano. Y me entregó un frasco de gel de baño desinfectante.

– Date una ducha con esto, en una hora vendrá el celador a buscarte.

Me di una ducha que me dejó completamente marrón amarillenta, debido a la gran cantidad de Yodo que contenía aquel gel.

– ¡Uy!, pero si tienes las uñas pintadas, no puedes entrar así a quirófano, voy por la acetona. (comentó la enfermera)

Terminada mi preparación me tumbé a esperar, sólo tenía ánimo de mirar al techo….

– Buenas tardes, vengo a llevarla a quirófano. Súbase en la camilla.

El que me pasearan en camilla por los pasillos de un hospital estando todavía en perfecta forma física era una experiencia extraña, supongo que eran las reglas del juego, miraba al techo y veía las luminarias fluorescentes pasar. Se me vino a la cabeza una escena idéntica de la película “Transamérica”, cuando a Bree Osborne la llevan a quirófano; aunque a ella cuando la llevaban a operar llevaba las unas perfectamente pintadas de rojo. ¡¡¡¡Que fallos mas gordos cometen en Hollywood!!!!, meter a quirófano a una mujer con las uñas pintadas, nada menos, que fallo mas imperdonable.

No seamos tan puntillosas, dado que la escena que viví en el mundo real era clavada a la que vi en la ficción.

– ¿Estas nerviosa? (me preguntó el celador)

-Si

Al salir del ascensor no puede evitar reparar en los letreros de las puertas.

QUIRÓFANOS

Zona estéril, prohibido el paso a personal no autorizado

¡Eh! Que ahí dice que no se puede entrar ahí”

Que pensamientos mas bobos tengo a veces.

Entramos en una dependencia un poco desoladora, montones de patas de camillas abandonadas a los lados, enfrente una pared de acero inoxidable con una rendija de alrededor de dos metros de ancho por uno de alto.

¡Mi camilla no pasa por ahí!

El celador puso mis pies enfrente de la rendija, sonaron una serie de chasquidos metálicos, el celador acababa de desconectar mi camilla de las patas con ruedas y empujó un poco hasta enfrentar mi camilla contra las guías metálicas de la rendija. Hecho lo cual hizo una llamada por el teléfono.

– Ya está la paciente de la 321 en la exclusa, la espera el Dr. Mañero

Un alivio, eso de delante era una exclusa, no era un horno crematorio

– Aquí nos despedimos, ahora vendrán a recogerte por el otro lado, suerte.

– Adiós

Nada mas marchar el celador surgieron unos brazos y unas voces del otro lado. Segundos mas tarde atravesé la rendija de la exclusa para acoplar mi camilla a otro juego de patas con ruedas.

Acabé en otra sala de espera donde estaban otros pacientes pacientemente esperaban, y con toda la paciencia que pude esperé pacientemente unos veinte minutos mas a que vinieran a buscarme.

– Buenas tardes Amanda, somos del equipo del Dr. Mañero, ha llegado el momento.

Por fiiiiiiiiin, ahora si que sí, era el momento, acabamos de llegar a….

La puerta del quirófano

Observad, acaba de entrar una camilla con una persona muerta de miedo.

En medio una camilla enorme con luces cegadoras, justo en medio un grupo de mujeres y hombres vestidos de verde. Todos van tocados con un gorrito verde de quirófano. Bueno, todos no, uno lleva un gorrito de quirófano estampado con dibujos de fantasía.

Enfrente un reloj blanco desmesurado, inmenso. Por todas partes había equipos de metrología. Durante años había monitorizado mis creaciones con analizadores Wandel & Goltermann y ahora, lo que son las cosas, mis constantes vitales serían monitorizadas por equipos del mismo fabricante. ¿Acaso mi cuerpo no genera tensiones eléctricas?, ¿cómo sabe un amplificador diferencial que está amplificando los latidos de mi corazón?. ¿Hay alguna diferencia con amplificar, filtrar y presentar la señal que sale de la bobina híbrida de mi teléfono con la señal que sale de un corazón en una pantalla?. Mucho me temo que máquinas y seres vivos estamos sujetos a las mismas leyes físicas.

Una de las cirujanas  invita a bajar a la mujer de la camilla y a pasar a un cuartito adjunto, le toma fotografías, acto seguido toma un rotulador y dibuja una cuadrícula en su torso.

– Es tu última oportunidad, si entras ahí, te dormimos y te operamos ya no habrá vuelta atrás, ¿estás segura de lo que vas a hacer?

– Sí, sin duda.

Ya que estaba allí toda aquella gente, no iba a hacer el feo de marcharme en el último momento, además no iba a echar a perder el sueño de toda una vida sólo por un poco de terror irrefrenable a la anestesia, al dolor e incluso a morir. No era la hora del terror, era la hora de cumplir su sueño.

Volví a la sala principal del quirófano, esta vez me acomodé en la mesa de operaciones, la anestesista me pinchó una vía en la muñeca izquierda.

– Tranquila, todo irá bien

Mi vista volvió a fijarse en el enorme reloj de pared. Esperaba el momento en que, como sucede en las películas, me cubrieran la cara con una máscara de oxígeno y me hicieran contar hacia atrás, mi cuenta atrás.

– ¡Despierta, despierta! ¿Estas bien?

Noté que alguien me tocaba la cara mientras me hablaban

– ¡Eh!, ¡Eh!, ¿Cuando me operan?

– Tranquila, todo ha ido bien, llevas seis horas durmiendo, no te esfuerces.

– ¿Puedes decirme tu nombre?, ¿sabes donde estás?

Creo que contesté a todo, pero apenas había luz. Estaba todo muy oscuro, aquellas voces tenían algo de sobrenatural.

-. El sueño inducido por la anestesia es muy particular, no se sueña, es un salto en el tiempo. Aquellas seis horas jamás transcurrieron mi mente había sido apagada y vuelta a encender, igual que si tuviera un interruptor

Dentro de mi confusión reparé que ya no estaba en el quirófano, no podía ver el reloj de pared.

– Permanecerás un rato aquí, cuando estés mas alerta te subiremos a planta.

Creo que permanecí una hora o dos mas allí, en la sala de recuperación, pero a ciencia cierta lo único que recuerdo es aparecer de repente en mi cama de la clínica. Recuerdo vagamente una locuacidad excesiva para lo que suelo ser yo, no paraba de hablar.

-. Uno de los efectos de la anestesia general es que produce amnesia, con el tiempo se consigue recordar algunas cosas, pero muy vagamente.

Ya mas recuperada vi que estaba vendada de arriba abajo, sendos drenajes salían de mis axilas que terminaban en unas botellas que tenían cierto contenido de aspecto un tanto inmundo. Otra sonda salía de mi entrepierna.

Vaya, lo cierto es que estaba molida y agotada, agradecí no necesitar salir de la cama para ir a hacer pis. Por fin me trajeron algo que yo deseaba, mucho, mucho, tanto como mi operación en aquel momento. Un vaso de agua fresca y maravillosa

– Descansa Amanda, a dormir. Me amonestó cariñosamente la enfermera.

Se que Jessy y mi hermana andaban por allí porque yo no paraba de hablar con ellas.

Aquella noche dormí a pierna suelta, no sentía dolor y además mi felicidad era infinita, poco a poco estaba volviendo a la realidad y la realidad en aquel momento era maravillosa, sin duda renací aquel lejano 6 de Junio de 2012.

Ya a la mañana siguiente…..

A primera hora vinieron a visitarme dos de los cirujanos que me intervinieron el día anterior, un hombre y una mujer. Me preguntaron como me encontraba y me examinaron.

– Estás de maravilla, no hay fiebre, tienes buen color. Vamos a autorizar que puedas empezar a comer, dieta blanda al principio, a ver como responde tu cuerpo.

– ¿Cuando podré levantarme de la cama?, ¿En dos o tres días?

– En tu caso me temo que serán cinco días, recuerda que en tu caso tuvimos que añadir unos injertos inguinales dado el poco material que teníamos para trabajar, los injertos son delicados y hay que darles su tiempo para que puedan vascularizar (una forma muy educada de decirme que la tenía pequeña)

A medio día apareció una celadora con un restaurante portátil y me ofreció una carta de restaurante, ¡vaya lujo!

Clínica Diagonal

Dieta blanda para pacientes

Consomé

Crema de calabacín

Crema de espárragos

Postres

Yogur natural o de frutas

Creo que elegí la crema de calabacín y un yogur de fresas. El día lo pasé chateando por el facebook, contestando miriadas de preguntas que hacían mis amigas y viendo la televisión. Una enfermera de cuando entraba e inyectaba calmantes, antibióticos y otros medicamentos en el gotero. En aquel momento reparé un un frasco de aspecto extraño, contenía un globo marrón dentro que identifiqué como la bomba de morfina.

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Por la noche, ya de madrugada hice un descubrimiento, para matar el aburrimiento descubrí que la cama podía subirla casi dos metros de altura, a esa altura podía contemplar el Tibidabo iluminado a través de la ventana, era una estampa preciosa, solo que me invadía el temor de que alguna enfermera irrumpiera en la habitación y al contemplarme en mi cama voladora pensara que estaba como una cabra.

El segundo amanecer me esperaban muchas sorpresas, mi primer desayuno. ¡Un donut de chocolate y un café!. ¿Que mas se puede pedir?

– ¿Se puede pasar?

– Adelanteeeee

– Firme aquí señorita

Un mensajero acababa de traerme un gran florero de cristal repleto de flores blancas.

Me apresuré a leer la nota que traía. Era de mis compañeros de la oficina, Carlos, Silvia, Cristina, y Antonio, ¡sois un amor!

Los días pasaron, el aburrimiento crecía, y el globo de la bomba de morfina se iba deshinchando y sorprendentemente tenía unos dolores espantosos, ¿sorprendentemente por qué?. Porque no era la cirugía lo que me dolía, era la espalda.

Aquellos días recibí innumerables vistas, vino a verme Paula de Sitges, Marta Salvans, Jessy y “El Julito”, mi primer jefe en Telefónica.

Por fin ya al sexto día……..

Los cirujanos hicieron la vista de rutina, ordenaron que se me retiraran los vendajes y los drenajes.

– Amanda, aguanta la respiración un momento, te voy a retirar los drenajes.

Aguanté la respiración, algo recorrió mi pecho por dentro, una sensación muy desagradable.

– Ahora el otro, aguanta la respiración otra vez

La misma degradable sensación de antes.

Por último extrajeron de mi neovagina una gasa que mas parecía un plátano amarillo y pelado que otra cosa.

– El tutor está limpio, no ha habido sangrados destacables

Me lo volvieron a colocar, ¡He tenido ese Alien dentro y yo sin enterarme!, y se llama tutor, tiene gracia la cosa.

– Amanda, queremos que dentro de un rato te levantes, te des una ducha y camines un poco por la planta, si todo va bien pasado mañana podrás volver a casa.

Por fin había llegado el momento, vería mi cuerpo por primera vez, tal como era.

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Tremendamente débil me levanté de la cama con la ayuda de la enfermera y mi hermana, me puse delante del espejo, ¿Que vería allí?

Entré muy nerviosa y me miré, sí, era yooo.

Estaba demacrada, mi vientre estaba lleno de moratones y algo hinchado, mis pechos también estaban hinchados, pero estaba contemplando mi cuerpo, por primera vez en mi vida mi cuerpo no era un extraño. Mi pobre vagina estaba hinchada y morada, pero era tan bonita, tan increíble, ¡eres mi vagina y te quiero!. “Eres la vagina mas bonita del mundo”.

¡Plof!

De repente me encontré sentada en la taza del water, acaba de perder el conocimiento, no por la emoción si no porque estaba débil, la enfermera se alarmó y en un momento me vi rodeada de médicos que me llevaron a la cama de nuevo.

– Amanda, por qué no nos avisaste de que te estabas mareando

Aturdida, mareada y en la cama otra vez, como me dijeron, lo que me acababa de pasar no era nada grave, por la tarde haría otro intento de pasear y si todo salía bien volvería a casa al día siguiente….

Son ya las dos de la mañana, es hora de dormir, mi amigó Mané está disfrutando del anochecer de su Chile natal. El viento ulula entre los pinos cubiertos de nieve. Todavía tengo muchas cosas que contar,

Amanda, estás cansada. Este mes te queda preparar dos ponencias y una charla en un IES.

Amanda, no nos dejes así, ¿Prometes seguir contándonos mas cosas?

Prometido

Amaterasu

 

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