Post copiado integramente de un fragmento de un libro de Paco Vidarte que se cita durante el post.La dedicatoria del post forma ya parte del fragmento del libro de este autor.No es una dedicatoria mía personal.
Comparto y me identifico por completo con lo escrito , ya que, como muchos niños mariquitas de los años en los que yo fui niño y hasta mi juventud, me sentí acosado,humillado e insultado durante muchos años por mi condición sexual.Era el mariquita del barrio , y un niño no entiende de esas cosas y solo se pregunta porque le pasa eso..Eran otros tiempos y no existía el ciber acoso o ciber bullyng ,pero eso no quita para que fueran tiempos duros de lloros, de evitar pedradas y de no saber porque era tratado así.Pero todo lo que no mata engorda y bueno crecí en un ambiente hostil y aprendí a sobrevivir y a que nada me impidiera ser feliz.Siempre tuve el apoyo de mis padres que estuvieron pendientes de mi,también eran otros tiempos quizás porque los padres solo confiaban a los maestros la tarea de impartir conocimientos, y ellos tenían la tarea de educar sin delegar en los centros educativos esa educación.Eso creo que es importante ya que l@s niñ@s aun en estos tiempos tan modernos hacen lo que ven en casa o en su entorno.Un-a niño-a siempre sera una esponja que aborbe todo y en su casa esta como primer frente el poder evitar la creciente homofobía.
«A mi amigo Juan de Ayamonte y todos los que fueron, son y serán niños mariquitas en los colegios de Huelva»
«Si volviera a nacer, volvería a ser maricón». O lesbiana. En esto coincidimos todos, al menos todos los que seguimos vivos heroicamente en una sociedad heterosexista y homofóbica porque hemos conseguido salir indemnes con mejor o peor suerte de sus criminales políticas de propagación del VIH, de acoso y persecución institucional y social desde pequeños hasta mayores. Esto es el orgullo gay, no otra cosa. Orgullo de seguir vivos y haber sorteado todo un dispositivo de disuasión encaminado a reprimir, desviar, invertir, obstaculizar, penalizar, martirizar física y psicológicamente nuestra preferencia sexual.
Sin embargo, pese a todo el orgullo gay que podamos acumular a lo largo de la vida y habernos construido un nicho social, familiar, laboral en el que sentirnos a gusto y absolutamente felices, creo que casi nadie sería capaz de decir esta otra frase, similar a la anterior, sin sentir un escalofrío por la espalda y ver cómo se le pasan cinematográficamente, en unos segundos, escenas de horror amontonadas en el desván de la memoria: «Si volviera a nacer, me gustaría volver a ser el niño mariquita de mi colegio». Es nuestra piedra de toque: no querer volver a vivir la infancia, un contexto donde nuestra autoestima era imposible. Toda nuestra infancia a la mierda, nada se salva. No quiero haber sido niño. Las maricas no miramos atrás. Vivimos y recordamos desde que empezamos a ser felices y de ahí en adelante. El presente y el futuro son nuestros. En el pasado sucumbimos. Quizás no todos, ni del mismo modo. Esto no esvictimismo. Es historia. La historia de la España mariquita que siempre ha perdido en los dos frentes y cuyos muertos ni siquiera se desentierran ni son honrados.
Yo soy un niño muerto. No porque me solidarice hipócritamente con ninguna víctima del bullying, sino porque si alguna vez fui un niño, murió rápido: yo lo asesiné y lo enterré vivo buscando salvarme en mi vida de adolescente. Al que también enterré vivo, dándole con la pala en la cabeza hasta que dejó de moverse. Luego ya nunca he vuelto a sepultarme y tampoco creo en los fantasmas. Ahora sé defenderme.
«Si todos los niños y niñas deben estar protegidos contra los malos tratos (art. 6 [de los Derechos del niño]), eso significa que no se puede ejercer sobre ellos y ellas violencia física, psicológica o simbólica con el único objetivo de promocionar una identificación heterosexual o de castigar actitudes, gustos, opiniones, aficiones, etc., que se quieran interpretar como señales de disconformidad con un modelo de rol de género o con una posible preferencia sexual» (Llamas, R. y Vidarte, F. J.: Homografías. «Nenaza. La invención del niño mariquita», Madrid,Espasa-Calpe, 1999, p. 111). Hace ya muchos años que escribimos esto Ricardo Llamas y yo. Y que hablamos del suicidio y del acoso escolar por estos motivos nunca atendidos y siempre silenciados. Como sucede hoy.
Estamos asistiendo a una invasión mediática de algo que hemos sabido y experimentado siempre. Ahora parece que tiene nombre. Un nombre ininteligible e inescribible en castellano:bullying. Como si lo hubiéramos importado de culturas anglosajonas más avanzadas que la nuestra. De nuevo asistimos en nuestro país a un alejamiento culpable de toda responsabilidad respecto del «proyecto de exterminio de los (niños) mariquitas» como si fuera cosa de estos tiempos revueltos de crisis de autoridad y familia nuclear desmembrada por la Play. Ya es hora de que revisemos el sistema patriarcal heterosexista en que vivimos que provoca mortalidad infantil en las aulas, acoso, montañas de sufrimiento, mujeres maltratadas y asesinadas y más cosas terribles. Lo mismo que en Euskadi, parece que la culpa la tienen cuatro locos violentos irracionales, niños malos. La cosa es no mirarnos nunca el ombligo ni reconstruir la historia de un país de machitos violentos, heterosexistas, patrioteros, patriarcales, misóginos, creyentes, homofóbicos, deportistas y celosos asesinos de todo cuanto amenace su cada vez más precario sistema de opresión. Javier Sáez, amigo y teórico queer, me comentaba que en dos estudios franceses recientes sobre factores de discriminación en las aulas, a uno se le olvidó incluir la «homosexualidad» y el otro le preguntó a los niños directamente si eran homosexuales. Todos callaron, naturalmente. ¿Quién va a decir en su clase que es mariquita? El resultado del estudio fue que no existía discriminación por orientación sexual en las escuelas.
Menos científicamente, yo he hecho una pequeña encuesta entre amigos que cualquiera puede hacer rápidamente y, no por azar, a todos nos venía a la memoria alguna escena de acoso, de humillación. O incipientes estrategias de supervivencia y disimulo: «Yo no tenía pluma, pero era gordito, tenía gafas, era el empollón, un niño muy raro, muy complicado, introvertido, no me relacionaba, vivía en mi mundo, iba a mi bola, tenía uno o dos amigos tan solo y me dejaban en paz». No se trata de tener a todo el profesorado buscando y detectando persecutoriamente a los niños mariquitas para hipervisibilizarlos, patologizarlos, señalarlos y así poder «protegerlos». Ya me veo las quejas de los padres viendo su orgullo familiar por los suelos: «Mi niño ha sido objeto de acoso pero ¡no es mariquita!».
El problema no es que la agresión, el acoso convierta socialmente a la víctima en mariquita, la raíz del problema es que el bullying rubrica la heterosexualidad de los agresores en una edad temprana donde buscan afirmar su virilidad e identidad sexual como pueden, como ven, como siempre se ha enseñado en España (un país que apremia a ser hetero cuanto antes): a golpes con los maricas y las mujeres. Y demás antiespañoles.
Paco Vidarte: Profesor de filosofía en la UNED. Ha escrito (con R. Llamas) Homografías (1999) y Extravíos (2001), ambos en Espasa-Calpe, Madrid. Recientemente ha editado con J. Sáez y D. Córdoba Teoría queer. Políticas bolleras, maricas, trans, mestizas (2005) en la Editorial Egales, Madrid y ha colaborado en Zero en numerosas ocasiones.
Desgraciadamente este post que publico hoy que encontré hace un mes en fb, de un amigo que lo había compartido(y que cito el Libro y el Autor) y me pareció interesante, estos días esta de plena actualidad por el suicidio de un niño que sufría «bullyng» o acoso escolar por su condición sexual en el colegio.No voy a entrar , porque no soy quien a juzgar si el fallo estuvo en el Centro Escolar o donde estuvo porque no soy quién para ello.El problema es que estuviera donde estuviera el fallo , otra vez más, un niño en este caso ha muerto por ser homosexual.A esto le añadimos las últimas agresiones homófobas sufridas en Madrid que movilizaron a parte de la ciudadanía para parar esta ola creciente de homofobía(lesbofobía,bifobía,transfobía…) es decir de todas las fobias por culpa de la orientación sexual de las personas.
Solo voy a pedir una cosa a los padres, a los docentes, y a quien este relacionado con la educación en los centros docentes, por favor ante el mínimo indicio de acoso escolar del tipo que sea que se activen todos los protocolos necesarios para evitar que pasen cosas como las de esta semana pasada.No busquemos culpables cuando ya haya habido una muerte sino evitemos esas muertes.
Atentos en esta época que estamos viviendo de tanta tecnología al ciber acoso desde cualquier ámbito.Por favor controlad que vuestr@s hij@s si cambian el comportamiento no estén siendo acosados y si lo están tomad todas las medidas necesarias para cortar ese gran problema.
PD:El autor del texto en el encabezamiento pone «a los niños mariquitas de los colegios de Huelva», yo añado de todos y cada uno de los colegios de España o de cualquier lugar del mundo.
BASTA YA DE HOMOFOBIA.
One Comment on “¡QUÉ MARIQUITA NI QUÉ NIÑO MUERTO! -Fragmento de Paco Vidarte”
Me ha encantado, refleja muy bien esta sociedad en la que vivimos que intenta ir de moderna pero aún sigue atada a muchas cadenas del pasado. Leyendo esto me ha sido inevitable recordar la maldición de Palomo Cojo de Mendicutti (luego llevada al cine) donde maldicen al niño mariquita que está enamorado de su tío. Te pego el fragmento con las aportaciones de un estudio que vienen muy bien para contextualizar
La ‘naturaleza’ extravagante del niño es puesta de manifiesto en varias ocasiones, pero
su culminación final tiene que ver con el momento en que decide delatar a la Mary y acusarla del
robo del anillo. Ella, como dijimos anteriormente, es la que maneja los hilos del relato, porque
todo lo que la voz narra (el adulto que antes fue el niño) es lo que la Mary le ha dicho: el niño
conoce el mundo en que vive por lo que la Mary decide contarle. Por eso, cuando esta criada
comienza a ocultarle información, el niño se siente obligado a ver el mundo con sus propios ojos:
su traición tiene que ver con el silencio de la Mary acerca de la desnudez del tío. Y es aquí
cuando la ‘naturaleza’ del niño termina de afirmarse: se utiliza la representación del cliché del gay
como traidor y delator: afloran con más precisión las manifestaciones homosexuales en el niño, y
es muestra de eso el enfrentamiento con la Mary, quien ha intentado corromperlo sexualmente y
no lo ha logrado, porque el niño se siente más abocado a fantasear con su tío que a sentir los
primeros estremecimientos entre las manos de una mujer. Una vez realizada la traición, la criada
arroja sobre el niño una especie de ‘maldición’ que da cuenta de su futura naturaleza, la misma
que pujó por aflorar en todo el texto.
La Mary me miró como si quisiera envenenarme y me dijo: -Chivato, malasangre,
maricón. Así te zurzan el ojo del culo con una soga embardunada de alquitrán. Y que
se te encaje en las tripas un retortijón que te las deje como el escobón de desatascar
el váter (…) Y que por la leche que mamé, niño, pichapuerca, no encuentres en tu vida
ni una sola gachí que te ponga duro el bienmesabe, que con las hembras se te quede
lacio como una bicha en invierno, y que hasta con los hombres se te ponga chiquitujo,
seco y pellejón (…) por culpa de aquella maldición yo me puse a pensar que estaba
averiado para siempre (Mendicutti 1991:227)
Una vez pronunciado el maleficio, el relato debe culminar, porque el niño –la voz ahora
adulta que evoca ese verano– no tiene más nada para decir, si no es a través del discurso de la
Mary; al menos, no hasta que descubra su propia voz.