“¿Nos hacemos una foto…?”
Creo que no soy yo solo el que he dicho esa frase en muchas ocasiones de mi vida. Fundamentalmente cuando queremos inmortalizar el momento, generalmente de carácter feliz ya sea por la/s person/-s con las que estamos o por el lugar donde nos encontramos.
Hasta el invento de la fotografía y el acceso de prácticamente todos a tener una cámara fotográfica, ese momento “mágico” solo podían permitírselo quienes tenían el poder adquisitivo de contratar a un artista plástico y, claro, aun así tampoco era lo mismo. Horas posando para que te hicieran un retrato o una escultura , lo cual seguramente no podía por menos de ser algo molesto: estar horas quietos para que el artista te plasmara. De hecho, imagino a esas personas “posando” durante el tiempo que fuera y que puede ser que muchas veces no tuvieran ganas, Eso, desde luego, provocaba que no se inmortalizara el “momento” exacto sino a la persona.
La magia de la fotografía, para mi, es eso: plasmar el momento exacto que queremos reflejar, ese recuerdo duradero que nos apetece tener. Las fotos no son como muchas veces nos gustaría que fuesen, no tienen una vida propia como la de los libros de “Harry Potter” en los que atrapan el momento y las emociones , el movimiento, la sonrisa y tantas y tantas cosas.
La técnica ha cambiado desde mi niñez, cuando no existían las cámaras digitales y hacer la fotografía era una aventura porque corrías el riesgo de se te velara el carrete –o las sobrexposiciones, los fallos del flash, etcétera-, sumándole los nervios hasta el momento de ver las fotos, en comparación con ahora, en que la posibilidad de hacer una foto es algo que llevamos siempre con nosotros tan instantáneamente como el hecho de llevar la cámara en el móvil y poder ver el resultado inmediato, que nos evita el disgusto de quedarnos sin la foto deseada por no haber salido bien. Ahora tenemos la opción de repetir la foto, de hacernos selfies -la ultima novedad – pero aún cambiando el sistema de hacerlas o almacenarlas lo que no cambia es el motivo básico de necesitar dejar reflejados retazos de nuestra vida.
Los que tenemos ya cierta edad –si: seguro que más de uno habrá sonreído-, probablemente recordaremos lo anterior y tendremos guardadas muchísimas fotografías en álbumes gordos que todavía conservamos. Gracias a esas fotos antiguas, hemos puesto cara a familiares que no hemos llegado a conocer y muchas veces nos hemos reído de las pintas que tenían, ya fuera por la ropa o por el estilismo ,etcétera. ¡Qué difícil era elegir cuales poníamos en el álbum y cuales guardábamos!, ¿verdad? Ahora eso mismo no ocupa nada y lo llevamos en la mano.
No solo cambia el sistema de almacenamiento con el paso del tiempo: ojalá sólo fuera eso. En muchos casos, cuando vemos ciertas fotografías tomadas hace tiempo notamos que también ha cambiado lo que sentimos al verlas. Eso para mi es lo realmente importante: es de lo que me gustaría hablar.
No nos engañemos, normalmente tendemos a querer inmortalizar en una foto lo que nos produce alegría: bonitos recuerdos de personas o de paisajes o lugares. Para guardar penas solo tenemos que ver lo que nos rodea en la situación actual. No sé a los demás pero, por lo menos a mi me pasa, cuando miro una foto puedo en la gran mayoría de los casos -aunque solo salga yo en la foto o sea un paisaje-, recordar dónde o con quién estaba, e incluso recordar todo lo que pasaba alrededor de la foto. La situación, lo que estábamos hablando o de qué nos reíamos… ,es decir, todo aquello que no refleja la fotografía pero que acompaña a nuestros recuerdos. Es más: a mi me ha pasado que gracias a determinada foto he recordado situaciones o personas que tenia totalmente olvidadas.
La magia de la que antes hablaba nos permite tener recuerdos “visibles” de las personas que nos han dejado y que queremos conservar en nuestra memoria. Si. Me refiero a los muertos en la mayoría de los casos. Es duro ver fotografías de gente a la que hemos querido y que ha fallecido pero, gracias a esa magia , podemos cosas que nos hacen pasar de la tristeza a la melancolía y sentir, una vez más, a esa persona a nuestro lado. No es la misma situación cuando vemos una fotografía de algún lugar o de alguna persona que en otro momento formó parte de nuestras vidas pero que por circunstancias distintas a la muerte ya no están con nosotros. ¿Cual puede ser el motivo?: muchos y diversos, la verdad. Cambios de destino, cambios de la vida y de las relaciones… podría enumerar muchísimos “cambios”. El hecho de ver la foto que en su momento podía traerte bonitos recuerdos o un sentimiento de felicidad, puede cambiar con el paso del tiempo a producirte tristeza, enfado, malestar, o melancolía.
Realmente, en este caso, resulta fácil deshacernos de los recuerdos desagradables, de lo que nos produce angustia, de lo negativo que nos puede proporcionar una fotografía y más actualmente. Decidimos borrarlas aunque, muchas veces, por algún extraño motivo nos resistimos a hacerlo ya que, al final, los recuerdos son parte de nuestra vida y, en algunos casos, parece como una traición, porque al borrar la foto de alguien tratas de deshacerte de todos los recuerdos y de todo lo vivido con esa persona. Por esa misma razón, nos negamos en otros casos a deshacernos de las fotos de aquellas personas que han desaparecido pero cuyos recuerdos nos provocan buenos sentimientos. ¿Por qué?
Creo que esas fotografías de desaparecidos especiales forman parte de nuestra historia, de nuestro pasado, de la lección aprendida con esas vivencias por lo que el hecho de deshacernos de una simple foto no conseguirá borrar ese recuerdo: sólo podemos no verlo pero va a formar parte siempre de nosotros. Ahora me viene a la cabeza un proyecto -de una fundación creo recordar- que servía para que las personas guardaran allí sus fotos y sus recuerdos para que los enfermos de Alzheimer pudieran tener su “historia” guardada en fotografías para cuando dejaran de recordar todo. Realmente esa sería la única manera de acabar con el recuerdo: la perdida de la memoria.
Gracias a la fotografía podemos capturar el momento que queremos, independientemente del sentimiento que lleve asociado. Gracias a eso podemos seguir nuestra evolución en muchos aspectos: recordar como éramos de pequeños, -¡qué horror!- y muchas otras cosas. También las modas, los gustos estéticos nuestros y de los demás e incluso a veces los “disgustos estéticos” al vernos con determinadas pintas. (Je, je, ¡anda que no he cambiado yo en aspecto, no solo por la edad ¿eh, panda de víboras?, sino por los gustos estéticos!).
Volcar el odio hacía alguien a través de una fotografía también es posible pero ¿que sentido tiene pudiéndola borrar? A eso sólo nos podemos responder nosotros mismos.
Yo me quedo con los momentos vividos, con la posibilidad de poder recordarlos a través de esa foto y de que formen parte de mi vida y de mi memoria. Los sentimientos yo y solo yo sé cuales son en cada momento y, buenos o malos, forman parte de esto que llamamos vida. Podemos borrar una foto pero no podemos olvidar el pasado. Solo cabe aprender de los fallos, no cometer los mismos errores y… ¡oye: si te cuesta tener una foto, rómpela si es de papel o bórrala si es digital!
La vida está para vivirla y disfrutar de ello. Tontos seríamos no hacerlo y quedarnos “amarillentos” como las viejas fotografías en papel, por no haber sabido rectificar a tiempo o atarnos a algo tan tangible pero frío como una fotografía carente de sentimientos, más allá de los que nosotros asociemos con ella. Que una fotografía no te quite las ganas de vivir ni te ancle en el pasado. Consérvalas como retazos de tu vida o bórralas si te impiden seguir viviendo.
Carpe Diem
2 Comments on “Fotos y Recuerdos”
Hola primo, que sepas que me ha encantado lo que has escrito, un besazo
Precioso artículo. Como alguien dijo una vez (ahora no recuerdo el nombre) la fotografía es el arte de convertir un instante en eternidad.